El reciente juicio en la Audiencia Nacional ha puesto de relieve la compleja relación entre el pasado del terrorismo en España y la memoria de sus víctimas. José Antonio López Ruiz, conocido como ‘Kubati’, exmiembro de ETA, ha admitido su responsabilidad en la organización de actos conocidos como ‘ongi etorris’, que han sido considerados por muchos como una forma de humillación hacia las víctimas del terrorismo. Este reconocimiento no solo abre un debate sobre la justicia y la reparación, sino que también plantea preguntas sobre el futuro de la convivencia en un contexto marcado por el dolor y la memoria.
### La Admisión de Responsabilidad
Durante el juicio, ‘Kubati’ y otros cinco acusados han reconocido su participación en la organización de 120 ‘ongi etorris’ entre 2016 y 2020. Estos actos, que se celebran en honor a los miembros de ETA en momentos significativos como su excarcelación o fallecimiento, han sido objeto de controversia. La Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT) ha subrayado que estos homenajes no solo generan dolor, sino que también constituyen una humillación para quienes han sufrido a causa del terrorismo.
El exmiembro de ETA ha declarado que estos actos han causado un impacto negativo en las víctimas, generando un sentimiento de abandono y revictimización. La fiscalía, que había solicitado penas de prisión más severas, finalmente llegó a un acuerdo con los acusados, quienes han sido condenados a un año y medio de prisión por organización criminal y seis meses por humillación a las víctimas. Sin embargo, la ejecución de la pena ha sido suspendida, lo que ha suscitado críticas y debates sobre la justicia en estos casos.
La dinámica de los ‘ongi etorris’ ha sido descrita por el fiscal como un proceso sistemático que ha contribuido a la humillación de las víctimas, especialmente en el País Vasco, donde muchos de estos actos se han llevado a cabo. La repetición de estos homenajes ha interferido en la vida diaria de las víctimas, dificultando su recuperación psicológica y prolongando su sufrimiento.
### Reacciones y Consecuencias
La respuesta a la admisión de ‘Kubati’ ha sido variada. Por un lado, la AVT ha celebrado el reconocimiento de la humillación, considerándolo un paso hacia la justicia. Por otro lado, Sortu, el partido político vinculado a EH Bildu, ha defendido a los acusados, argumentando que su compromiso con la convivencia y la resolución del conflicto es evidente. En su comunicado, Sortu ha calificado la causa como «anacrónica» y ha denunciado un intento de retroceso en los derechos civiles y políticos.
Este choque de perspectivas refleja la polarización que aún persiste en la sociedad española respecto al legado del terrorismo y la memoria histórica. Mientras algunos abogan por el reconocimiento de las víctimas y la justicia, otros argumentan que el enfoque en el pasado puede obstaculizar la construcción de un futuro en paz.
El acuerdo alcanzado en el juicio también implica que los acusados no podrán participar en homenajes o actos de reivindicación a favor de ETA, lo que podría ser visto como un intento de limitar la glorificación del terrorismo. Sin embargo, la efectividad de estas medidas en la práctica es cuestionada por muchos, quienes consideran que la cultura del homenaje a los terroristas sigue presente en ciertos sectores de la sociedad vasca.
La situación actual plantea un desafío significativo para la reconciliación en España. La memoria de las víctimas y el reconocimiento del sufrimiento causado por el terrorismo son esenciales para avanzar hacia una convivencia pacífica. Sin embargo, el camino hacia la reconciliación es complejo y requiere un diálogo abierto y sincero entre todas las partes involucradas.
En este contexto, el caso de ‘Kubati’ y los ‘ongi etorris’ se convierte en un símbolo de las tensiones que aún persisten en la sociedad española. La necesidad de abordar el pasado con sensibilidad y respeto es crucial para evitar que el dolor se convierta en un obstáculo para el futuro. La justicia, la memoria y la reparación son elementos fundamentales que deben ser considerados en cualquier proceso de reconciliación, y el reconocimiento de la humillación hacia las víctimas es un paso importante en esa dirección.