La política española atraviesa un periodo de incertidumbre y confusión, donde los principios democráticos parecen desvanecerse en medio de intereses personales. En este contexto, dos figuras emergen como protagonistas de un juego político que pone en jaque la estabilidad del país: Pedro Sánchez, presidente del Gobierno, y Carles Puigdemont, ex presidente de la Generalitat de Cataluña. Su relación, marcada por la necesidad mutua, ha transformado la política en una partida de trileros, donde la lealtad al país se ha visto relegada a un segundo plano.
La situación actual se caracteriza por una aritmética parlamentaria que Sánchez ha convertido en su única brújula. En su afán por mantener viva una legislatura que se sostiene sobre un hilo, ha mostrado una disposición a ceder en cuestiones que antes consideraba innegociables. Esta estrategia, lejos de fortalecer su posición, ha permitido que Puigdemont, desde su exilio en Bruselas, se convierta en un actor clave en el tablero político español. Su habilidad para aprovechar la debilidad de Sánchez ha llevado a una serie de exigencias que no buscan la reconciliación, sino la reafirmación de un relato rupturista que divide aún más a la sociedad española.
### La Fragilidad de la Alianza
La alianza entre Sánchez y Puigdemont es, en esencia, un vínculo frágil y peligroso. Por un lado, Sánchez necesita los votos de Junts, el partido de Puigdemont, para conservar su poder. Por otro lado, Puigdemont busca la interlocución con La Moncloa como una forma de reivindicarse ante su base, que exige resultados tangibles en su lucha por la autodeterminación de Cataluña. Este intercambio de favores, sin embargo, tiene un alto costo para España. El Estado de Derecho se convierte en una moneda de cambio, y las instituciones, que deberían ser el pilar de la democracia, se ven debilitadas ante cada concesión.
La separación de poderes, la igualdad ante la ley y la estabilidad institucional se erosionan con cada gesto que prioriza la supervivencia política sobre el interés general. La amnistía, los privilegios y las cesiones a Puigdemont no traen consigo la convivencia que se prometía, sino que alimentan la desafección entre los ciudadanos y sus representantes. Cada nuevo acuerdo, a menudo realizado en la penumbra, aumenta la distancia entre la clase política y la ciudadanía, que observa con preocupación cómo sus derechos y libertades son sacrificados en el altar del oportunismo.
### El Impacto en la Democracia
La situación actual plantea serias interrogantes sobre el futuro de la democracia en España. La política no debería ser un juego de manipulación, sino un ejercicio de responsabilidad y compromiso con el bienestar de la nación. La dependencia de Sánchez de Puigdemont y la necesidad de este último de mantener su relevancia han creado un escenario donde el chantaje se convierte en un método de gobierno. Este tipo de prácticas no solo erosiona la confianza en las instituciones, sino que también compromete el futuro del país.
La responsabilidad histórica que recae sobre los líderes políticos es inmensa. No se trata solo de mantener el poder, sino de garantizar que las decisiones tomadas sean en beneficio de todos los ciudadanos. La política debe ser un espacio de diálogo y consenso, no un campo de batalla donde se juegan intereses personales a expensas del bien común. La ciudadanía merece un liderazgo que no se base en la manipulación de la aritmética parlamentaria, sino en la búsqueda de soluciones que fortalezcan la cohesión social y la unidad del país.
En este contexto, es fundamental que los ciudadanos mantengan una vigilancia activa sobre sus representantes. La política debe ser un reflejo de la voluntad popular, y no un juego de trileros donde los intereses personales prevalecen sobre el bien común. La democracia se construye sobre la confianza, y es responsabilidad de todos los actores políticos trabajar para restaurar esa confianza, asegurando que cada decisión tomada esté alineada con los principios de justicia, igualdad y respeto por el Estado de Derecho. La historia de España no puede ser escrita por dos trileros políticos, sino por una ciudadanía comprometida y activa que exija un futuro mejor para todos.
