En una entrevista de 2019, Emmanuel Macron describió a la OTAN como en estado de «muerte cerebral». Esta declaración reflejaba la percepción de que la Alianza Atlántica había perdido su relevancia en un mundo donde la amenaza de la Unión Soviética había desaparecido. En ese momento, Donald Trump estaba en su primer mandato, y su enfoque hacia Europa era más bien hostil, lo que llevó a Macron a abogar por una mayor «soberanía tecnológica y militar europea». Sin embargo, la invasión rusa de Ucrania en febrero de 2022 marcó un punto de inflexión significativo. La cumbre de la OTAN celebrada en Madrid en junio de ese año revitalizó la organización, destacando la necesidad de defensa mutua y un aumento en el gasto militar, que dejó de ser un tabú en las sociedades europeas.
La reciente cumbre de la OTAN en La Haya, donde se acordó un aumento drástico del gasto militar, ha sido un reflejo de estos cambios. Con la incorporación de Finlandia y Suecia, la Alianza ahora cuenta con 32 miembros. El secretario general, Mark Rutte, describió el acuerdo como un «salto cuántico» en la defensa europea. La nueva meta es elevar el gasto militar hasta un 5% del PIB de cada país para 2035, con un 3,5% destinado a capacidades defensivas y un 1,5% a cuestiones de seguridad. Esta decisión, que responde a las demandas de Trump, busca mantener a Estados Unidos involucrado en la defensa europea mientras se refuerza el pilar europeo de la OTAN.
Sin embargo, el compromiso de aumentar el gasto militar ha sido recibido con escepticismo por algunos países, incluido España. El presidente Pedro Sánchez ha manifestado su oposición a cumplir con el objetivo del 3,5% del PIB, proponiendo en su lugar un aumento hasta el 2,1%. Esta postura ha generado un debate intenso entre los líderes de la Alianza, y Trump no ha dudado en amenazar a España con sanciones comerciales si no cumple con sus expectativas de gasto militar. La situación ha puesto a España en el centro de atención, convirtiéndola en un «país rebelde» dentro de la OTAN.
La dinámica de la cumbre también ha revelado tensiones internas. Macron criticó la posibilidad de que se produzca una guerra comercial entre aliados mientras se les pide que aumenten su gasto en defensa. En la actualidad, España destina alrededor de 20.000 millones de euros anuales a defensa, cifra que debería aumentar a 56.000 millones para 2035, lo que representa un desafío considerable para el gobierno español. La presión para cumplir con estos objetivos se intensifica en un contexto donde la seguridad y la defensa son temas prioritarios en la agenda política europea.
A medida que la OTAN se adapta a un entorno geopolítico cambiante, surgen preguntas sobre la interpretación del Artículo 5 del Tratado del Atlántico Norte, que establece que un ataque a un miembro de la Alianza es considerado un ataque a todos. La reciente negativa de Trump a confirmar el compromiso de Estados Unidos con este artículo ha generado inquietud entre los aliados europeos. La falta de claridad sobre cómo se aplicaría este principio en caso de un ataque ha llevado a cuestionar la cohesión y la efectividad de la Alianza.
La cumbre de La Haya ha sido un momento crucial para la OTAN, donde se han reafirmado compromisos y se han establecido nuevas metas. Sin embargo, la implementación de estos objetivos dependerá de la voluntad política de los países miembros y de su capacidad para superar las diferencias internas. La presión para aumentar el gasto militar y la necesidad de una defensa colectiva más robusta son temas que seguirán dominando la agenda de la Alianza en los próximos años. A medida que el mundo se enfrenta a nuevas amenazas, la OTAN deberá encontrar un equilibrio entre la autonomía europea y la dependencia de Estados Unidos, lo que podría definir su futuro en un entorno geopolítico cada vez más complejo.