Cabanillas de la Sierra, un pintoresco municipio situado en la Comunidad de Madrid, se ha consolidado como un referente en la tradición ganadera desde 1920. Este legado ha sido cuidadosamente preservado por generaciones de ganaderos, siendo Fernando Guzmán el actual custodio de esta rica herencia familiar. Guzmán, quien ha tomado el relevo de sus abuelos, expresa con orgullo su conexión con la ganadería, recordando momentos entrañables de su infancia en el campo. «Somos una familia de ganaderos de toda la vida», comenta, mientras comparte anécdotas sobre cómo sus padres inculcaron en él la pasión por el mundo del toro bravo.
La ganadería de Guzmán se especializa en el encaste Santa Coloma, una variante del toro de lidia que se encuentra actualmente en peligro de extinción. Este tipo de ganado es conocido por sus características únicas, que incluyen un pelaje cárdeno y una estructura más pequeña en comparación con otras razas. «Nuestra ganadería es de encaste Santa Coloma, considerado minoritario, y en el campo es la verdad que muy bonito», explica. Los toros de este encaste son reconocidos por su mirada viva y su hocico fino, lo que les otorga un carácter distintivo.
Durante la primavera, la finca de Guzmán cobra vida con un lote de vacas madre y sus terneritos, mientras el semental se prepara para la época de cubrición. Este ciclo natural es fundamental para el bienestar del ganado, que se beneficia de un entorno natural rico en vegetación. Los árboles típicos de la zona, como el fresno y la encina, proporcionan sombra y frescura, creando un ambiente ideal para el desarrollo de los animales. «Son fincas muy frescas con pasto bueno y abundante», señala Fernando, quien también destaca la importancia de que tanto los toros como sus cuidadores disfruten del esplendor del campo.
La ganadería de Cabanillas de la Sierra no solo se limita a la cría de toros, sino que también ofrece visitas guiadas para aquellos interesados en conocer más sobre el proceso de selección y el trabajo diario en el campo. Estas visitas han atraído a una variedad de turistas, desde madrileños hasta visitantes internacionales de países como Estados Unidos, Francia, Argentina y Japón. Guzmán relata que la reacción de los extranjeros al ver al toro de lidia es conmovedora. «He tenido casos increíbles; recuerdo a un argentino que al ver al toro en el campo se puso a llorar literalmente. Me dio un abrazo y me comió a besos», comparte con emoción.
La conexión que se establece entre los visitantes y el toro bravo es un testimonio de cómo esta tradición trasciende fronteras y une a personas de diferentes culturas. La pasión por el toro bravo no solo se manifiesta en la admiración por estos animales, sino también en el respeto por la historia y la cultura que los rodea. La ganadería de Cabanillas de la Sierra representa un vínculo profundo con la tierra y una forma de vida que ha perdurado a lo largo de los años.
El futuro de esta tradición ganadera depende de la capacidad de los nuevos ganaderos para mantener viva la llama de la cría del toro bravo. Fernando Guzmán se muestra optimista y comprometido con esta causa, asegurando que su familia seguirá trabajando para preservar esta herencia. «El toro bravo es parte de nuestra identidad y debemos cuidarlo», concluye.
La ganadería en Cabanillas de la Sierra es más que una simple actividad económica; es una forma de vida que refleja la historia, la cultura y la pasión de quienes han dedicado su vida a esta noble tarea. La tradición ganadera que comenzó hace más de un siglo sigue viva, y con ella, la esperanza de que las futuras generaciones continúen este legado, asegurando que el toro bravo siga siendo un símbolo de la riqueza cultural de España.