La especie humana ha recorrido un largo camino para llegar hasta aquí, ha superado mil encrucijadas en la historia, otras pandemias, pero ninguna como esta, porque nunca antes teníamos acceso a conocer en tiempo real lo que está sucediendo en cualquier parte del mundo.

Nunca antes el mundo estuvo tan conectado y eso nos puede ayudar a saber y sentir que estamos en el mismo barco, que mi bienestar depende de tu bienestar, eso nos transforma y nos hace seres más empáticos y conscientes. Con la tecnología que tenemos hoy podríamos (por ejemplo) evitar el hambre en el mundo entero, potabilizar el agua, llevar cultivos al desierto, etc...

Recuerdo a un amigo de hace tiempo que me comentaba que tuvo un grave accidente de moto por una imprudencia suya y estuvo tirado en la carretera hasta que vinieron a rescatarlo y después varios días en coma en el hospital…..cuando volvió a la vida era otra persona, lo que había cambiado radicalmente era su escala de prioridades y de valores. Y perdió el miedo a la muerte. Se volvió una persona mas feliz, mas tranquila y equilibrada, a pesar de que había perdido casi la movilidad de su brazo izquierdo.

En el mismo sentido, creo que este “susto colectivo” en el que hemos visto que podemos morir de coronavirus,  abre las puertas a la esperanza de un mundo mejor para todos y donde el ser humano ocupe el lugar que le corresponde y se transforme en cuidador y benefactor de si mismo y del medio que le rodea, porque es la única manera de asegurar la supervivencia de nuestra especie. Ese mundo si merece pena (la alegría) ser vivido, por ese mundo transformado apuesto con todas mis fuerzas. Esa es la “normalidad humanizada” a la que aspiro.