Con frecuencia se nos aparecen por televisión programas en los que algún joven reportero, micrófono en mano, asalta a inocentes viandantes para hacerles preguntas difíciles, mientras los espectadores, cómodamente sentados en nuestra casa, nos divertimos escuchando como, con mucha frecuencia, la imaginación sustituye a la cultura.

Si en uno de esos programas se les preguntara a las víctimas del micro ambulante quien fue María de la O Lejárrega dudo mucho que nadie fuese capaz de atinar una respuesta correcta.

Pero si se cambiara el nombre y preguntaran por su marido, Gregorio Martínez Sierra, entonces sí, algunos afirmarían que fue un prolífico escritor. Qué pena. D. Gregorio es conocido hoy día porque María de la O Lejárrega firmo casi toda su producción literaria con el nombre del marido.

¿Por qué tenemos en Málaga un auditorio con el nombre de Edgar Neville en lugar de llamarlo auditorio Araceli Rubio Argüelles?

Nunca discutiré los méritos literarios de Edgar Neville, pero, sí quiero recalcar, como malagueño, que la que, durante décadas, hizo méritos para dar su nombre al auditorio fue su esposa.

Tampoco se me ocurriría negar que Antonio Gades fuera un extraordinario bailaor. Lo demostró durante muchos años en todas sus actuaciones. La sala Gades, teatro adscrito al Conservatorio Profesional y Superior de Danza de Málaga, ¿lleva su nombre en recuerdo del bailaor o, por una de esas curiosas carambolas con que nos sorprende la historia y la cultura, simplemente nos traslada a la memoria de Pepa Flores?

Por algunas fisuras de la cultura se sigue filtrando el machismo. Y muchas mujeres ven como se relegan sus méritos o como, simplemente, se utilizan como un plus en el currículo del marido que es el que, en definitiva, se lleva los honores.

Hasta cuándo, Señor, hasta cuándo.

Enviado por José Antonio Sierra