La reciente decisión de Marruecos de ejecutar a tres millones de perros callejeros antes del Mundial de 2030 ha suscitado un intenso debate sobre la hipocresía de ciertos movimientos animalistas. Mientras que estos grupos suelen ser muy vocales en contra de la tauromaquia y otras prácticas culturales que involucran a los animales, su silencio ante esta masacre inminente plantea serias preguntas sobre sus verdaderas prioridades y motivaciones.
### La Contradicción de los Movimientos Animalistas
Los movimientos que abogan por los derechos de los animales han ganado terreno en los últimos años, especialmente en Europa y América Latina. Sin embargo, su enfoque parece ser selectivo. Por un lado, critican abiertamente la tauromaquia, una tradición profundamente arraigada en la cultura española, pero por otro, permanecen en silencio ante la brutalidad que se avecina en Marruecos. Esta aparente contradicción no solo pone en entredicho la sinceridad de sus convicciones, sino que también revela un sesgo cultural que podría estar guiando sus acciones.
La matanza de perros en Marruecos se justifica bajo el pretexto de ofrecer una imagen más “presentable” para los turistas que asistirán al Mundial. Este tipo de justificación es común en situaciones donde se priorizan los intereses económicos sobre el bienestar animal. La falta de respuesta de los antitaurinos ante esta situación sugiere que su activismo puede estar más alineado con una agenda política que con una genuina preocupación por los derechos de los animales.
### La Celebración del Sacrificio y el Silencio de los Activistas
Otro aspecto que merece atención es la celebración musulmana del Aid El Kebir, donde se sacrifican millones de corderos cada año. Este evento, que es parte de una tradición religiosa, también ha sido objeto de críticas por su crueldad. Sin embargo, los mismos grupos que se manifiestan en contra de la tauromaquia parecen ignorar esta práctica. La violencia que se ejerce sobre los animales durante esta celebración es brutal y, sin embargo, no genera la misma indignación que la tauromaquia.
Los antitaurinos, que se presentan como defensores de los derechos de los animales, parecen hacer excepciones cuando se trata de prácticas que están alineadas con ciertas tradiciones culturales o religiosas. Esto plantea la pregunta de si su activismo es realmente sobre el bienestar animal o si está más relacionado con una agenda ideológica que busca deslegitimar ciertas costumbres en favor de otras.
La falta de acción y la inacción ante la matanza de perros en Marruecos y el sacrificio de corderos durante el Aid El Kebir pone de manifiesto una doble moral que es difícil de justificar. Los informes sobre la falta de regulación en estos rituales, donde los animales son sacrificados sin supervisión veterinaria, deberían ser motivo de alarma para cualquier defensor de los derechos de los animales. Sin embargo, el silencio de los antitaurinos sugiere que su activismo puede estar más motivado por la política que por la ética.
### La Agenda Oculta de los Movimientos Globalistas
La situación actual también se puede entender en el contexto de una agenda más amplia que busca desintegrar las identidades nacionales y promover una visión globalista. Los movimientos animalistas, en su forma más radical, pueden ser utilizados como herramientas para desestabilizar las tradiciones culturales de los pueblos. Al atacar prácticas como la tauromaquia, que son parte de la identidad cultural española, se busca debilitar el tejido social y cultural de la nación.
La crítica a la tauromaquia, en este sentido, puede ser vista como un ataque a la identidad nacional, mientras que el silencio ante la matanza de perros en Marruecos y el sacrificio de corderos durante Aid El Kebir refleja una complicidad con una agenda que busca promover un nuevo orden mundial. Este nuevo orden se basa en la deslegitimación de las tradiciones locales y la promoción de una homogeneidad cultural que favorece a las élites globales.
Los antitaurinos, al ignorar estas contradicciones, se convierten en cómplices de un sistema que busca despojar a las naciones de su identidad cultural. La defensa de los derechos de los animales no debería ser selectiva ni estar sujeta a consideraciones políticas o culturales. En lugar de ello, debería ser un esfuerzo genuino por el bienestar de todos los seres sintientes, independientemente de su contexto cultural o geográfico.
La situación actual en Marruecos y la celebración del Aid El Kebir son solo dos ejemplos de cómo los movimientos que se presentan como defensores de los derechos de los animales pueden, en realidad, estar sirviendo a intereses que van en contra de la protección de los mismos. La hipocresía en el activismo animalista es un tema que merece ser discutido y analizado con seriedad, ya que tiene implicaciones profundas para la forma en que entendemos y defendemos los derechos de los animales en un mundo cada vez más globalizado.