La Guerra Civil Española (1936-1939) fue un periodo de gran convulsión social y política que afectó a todos los aspectos de la vida en el país, incluyendo la cultura y las tradiciones. Uno de los elementos que se mantuvo en pie a pesar de la contienda fue la fiesta taurina, que, aunque mermada, continuó siendo un espectáculo relevante tanto para los republicanos como para los sublevados. Este artículo explora cómo la guerra impactó en la tauromaquia y las anécdotas que surgieron en este contexto.
**La Tauromaquia en el Contexto de la Guerra Civil**
Durante la Guerra Civil, la fiesta de los toros se vio afectada por la escasez de ganado y la disminución de corridas. A pesar de las circunstancias, tanto en el bando republicano como en el franquista, se celebraron eventos taurinos, aunque con notables diferencias en la forma de llevarlos a cabo. Los toreros, en su mayoría, se encontraron en situaciones complicadas, ya que muchos de ellos estaban obligados a servir en el ejército. Por ejemplo, Manuel Rodríguez Sánchez, conocido como «Manolete», se alistó en el ejército franquista, mientras que otros como Domingo Ortega y Rafael Gómez «El Gallo» se encontraban en la zona republicana.
Las corridas de toros se adaptaron a la situación del momento. En el bando republicano, era común que los toreros realizaran el paseíllo con el puño cerrado, mientras que en el bando franquista se hacía con la mano abierta. Esta diferencia, aunque simbólica, reflejaba las tensiones políticas de la época. Las bandas de música, en lugar de tocar pasodobles tradicionales, a menudo interpretaban melodías con tintes políticos, lo que añadía un aire de propaganda a los eventos.
Sin embargo, la guerra también tuvo consecuencias devastadoras para la cabaña brava. La escasez de alimentos llevó a la exterminación de muchos animales en las dehesas, afectando a ganaderías históricas como Jijona y Vistahermosa. Esta situación no solo impactó en la calidad de los espectáculos taurinos, sino que también dejó una huella profunda en la cultura taurina española, que tardaría años en recuperarse.
**Anécdotas de la Fiesta Taurina Durante la Guerra**
Las historias que emergieron de las corridas de toros durante la Guerra Civil son tan fascinantes como reveladoras. Una de las anécdotas más notables ocurrió en Valencia en agosto de 1936, cuando se celebró una corrida en la que toreaban Rafael Gómez «El Gallo» y Domingo Ortega. Durante el paseíllo, ambos toreros realizaron el saludo correspondiente a su bando, lo que generó una gran pitada del público. En un momento de tensión, Domingo Ortega le dijo a Rafael: «Por tu madre, Rafael, cierra el puño que esta gente nos fusila». Esta frase, cargada de ironía y miedo, refleja la atmósfera de incertidumbre que se vivía en aquellos días.
A pesar de la tensión, Domingo Ortega logró salir en hombros de la plaza, mientras que Rafael Gómez, conocido por su carácter rebelde, decidió abandonar la corrida antes de que finalizara, lo que le llevó a ser arrestado por la policía. Este tipo de situaciones no eran infrecuentes, ya que muchos toreros se enfrentaban a la presión de cumplir con las expectativas de sus respectivos bandos, mientras que otros optaban por la evasión, como fue el caso de un torero gitano que, en un momento de distracción, decidió salir del coso y marcharse a su hotel, lo que también le costó una detención.
La guerra no solo transformó la forma en que se celebraban las corridas, sino que también dejó una marca indeleble en la identidad de los toreros y en la percepción pública de la tauromaquia. Las corridas se convirtieron en un reflejo de la lucha política y social del momento, y cada paseíllo, cada faena, estaba impregnado de un significado más profundo que el mero entretenimiento.
La historia de los toros en la Guerra Civil es un recordatorio de cómo la cultura puede resistir incluso en los momentos más oscuros. A través de las anécdotas y las vivencias de los toreros, se puede vislumbrar un panorama de valentía, resistencia y, sobre todo, la inquebrantable pasión por una tradición que ha perdurado a lo largo de los siglos. La fiesta taurina, a pesar de las adversidades, se mantuvo viva, adaptándose a las circunstancias y reflejando la complejidad de una época que marcó a España para siempre.