La reciente escalada de tensiones en Oriente Próximo ha llevado a Estados Unidos a realizar un ataque significativo contra las instalaciones nucleares de Irán, específicamente en Fordow, Natanz e Isfahan. Este movimiento, ordenado por el presidente Donald Trump, marca un punto crítico en la relación entre estas naciones y plantea interrogantes sobre el futuro del programa nuclear iraní y la seguridad regional.
### La Estrategia Detrás del Ataque a Fordow
Fordow, una instalación subterránea ubicada cerca de la ciudad de Qom, ha sido el objetivo principal de los ataques. Esta planta, que fue revelada al mundo en 2009, se encuentra a aproximadamente 95 kilómetros al suroeste de Teherán y está construida en una región montañosa, lo que la hace difícil de atacar. Con una profundidad de hasta 100 metros, Fordow alberga alrededor de 2.700 centrifugadoras que han estado enriqueciendo uranio desde 2018, tras la ruptura del acuerdo nuclear por parte de Estados Unidos.
La importancia de Fordow radica no solo en su capacidad de enriquecimiento, que ha alcanzado niveles del 60%, sino también en su diseño estratégico. La instalación está protegida por sistemas de misiles tierra-aire, lo que la convierte en un objetivo complicado. Para neutralizarla, Estados Unidos utilizó la bomba GBU-57A/B MOP, conocida como la «destructora de búnkeres», capaz de penetrar hasta 61 metros bajo tierra antes de detonar. Este tipo de armamento es exclusivo de los bombarderos B-2, lo que subraya la seriedad del ataque.
La Agencia Internacional de Energía Atómica (OIEA) ha informado que Irán posee aproximadamente 233 kilos de uranio enriquecido en Fordow, lo que podría permitirle fabricar hasta nueve armas nucleares si se alcanza el nivel de enriquecimiento del 90%. Este hecho ha sido un argumento clave para justificar la ofensiva de Israel y Estados Unidos, que ven el programa nuclear iraní como una amenaza inminente.
### Natanz e Isfahan: Otros Objetivos Estratégicos
Natanz, situada en la provincia de Isfahan, es la mayor instalación nuclear de Irán y ha sido un símbolo de sus aspiraciones nucleares. Con una superficie de 100.000 metros cuadrados y una parte subterránea de 60.000 metros cuadrados, Natanz alberga dos plantas de enriquecimiento de uranio. Aunque actualmente cuenta con unas 16.000 centrifugadoras, su capacidad total es de 50.000. La instalación ha sido objeto de múltiples ataques en los últimos años, incluyendo ciberataques y sabotajes, lo que ha debilitado su operatividad.
El ataque del 13 de junio a Natanz resultó en daños significativos, afectando tanto a las instalaciones subterráneas como a los sistemas eléctricos. Este ataque se produce en un contexto donde Israel ha intensificado sus operaciones contra el programa nuclear iraní, buscando desmantelar las capacidades de enriquecimiento de uranio que considera peligrosas.
Por otro lado, Isfahan juega un papel crucial en la cadena de producción nuclear de Irán. Esta instalación no solo fabrica placas de combustible, sino que también convierte uranio natural en gas hexafluoruro de uranio (UF6), un paso esencial para el enriquecimiento. Sin la capacidad de conversión que ofrece Isfahan, el uranio natural no puede ser procesado adecuadamente. Además, la instalación ha sufrido daños significativos en ataques previos, lo que ha comprometido su capacidad operativa.
La combinación de estos ataques a las instalaciones nucleares de Irán representa un cambio en la dinámica de poder en la región. La estrategia de Estados Unidos e Israel parece centrarse en debilitar el programa nuclear iraní antes de que alcance niveles que les permitan desarrollar armas nucleares. Sin embargo, este enfoque también plantea riesgos significativos, incluyendo la posibilidad de una escalada militar más amplia en Oriente Próximo.
La situación actual es tensa y está en constante evolución. Las reacciones de Irán ante estos ataques son impredecibles, y la comunidad internacional observa con atención cómo se desarrollan los acontecimientos. La posibilidad de que Irán intensifique su programa nuclear en respuesta a estos ataques es una preocupación que podría tener repercusiones globales, afectando no solo la seguridad en la región, sino también las relaciones internacionales en un contexto más amplio.