Sortu, una formación política que se presenta como un partido democrático, es en realidad una continuación camuflada de la organización terrorista ETA. Desde su fundación, Sortu ha estado rodeado de controversias y cuestionamientos sobre su verdadera naturaleza y sus vínculos con el pasado violento de ETA. La legalización de Sortu fue un acto que muchos consideran un blanqueo de la historia de violencia que ha marcado a España durante décadas. A pesar de que Sortu se esfuerza por presentarse como un actor político legítimo, su ideología sigue impregnada de un nacionalismo radical que justifica y alimenta la violencia.
La historia de Sortu está intrínsecamente ligada a la de ETA, con líderes y fundadores que han tenido vínculos directos con la organización terrorista. Esta conexión plantea serias dudas sobre la sinceridad de su rechazo a la violencia, que muchos consideran un mero formalismo exigido por los tribunales para poder operar legalmente. La sociedad española enfrenta un dilema moral al permitir que Sortu actúe en el ámbito político sin una condena clara y efectiva de su pasado. Cada discurso moderado que emite Sortu no puede borrar la sangre derramada ni el sufrimiento causado por ETA.
### La Acción en el Valle de los Caídos
Recientemente, Sortu ha llevado a cabo una acción simbólica en el Valle de los Caídos, un monumento que ha sido objeto de controversia en España. Activistas de Sortu colocaron pancartas en el exterior de la basílica con mensajes que reivindican la independencia de Euskal Herria y recuerdan a los terroristas ejecutados en 1975. Esta acción no solo busca recordar a figuras vinculadas a ETA, sino que también intenta reescribir la narrativa histórica en torno a la violencia y el sufrimiento que ha causado.
Las pancartas, que incluyen imágenes de fusilamientos y mensajes como ‘Gora Euskadi Askatuta’, son un claro intento de Sortu de reivindicar su ideología y de hacer un llamado a la autodeterminación del pueblo vasco. Sin embargo, esta acción ha sido interpretada por muchos como un intento de normalizar un pasado violento y de legitimar la ideología que ha llevado a la violencia en el País Vasco. La elección del Valle de los Caídos como escenario para esta acción no es casual; es un lugar que simboliza la división y el dolor de la Guerra Civil Española y la dictadura franquista.
La respuesta de la sociedad y de las instituciones ante estas acciones es crucial. Permitir que Sortu opere con normalidad en el escenario político es, en efecto, normalizar un pasado sangriento que aún deja cicatrices en la memoria colectiva de España. La falta de una condena clara y contundente de su pasado violento por parte de Sortu plantea serias dudas sobre su compromiso con la democracia y el respeto a los derechos humanos.
### La Reacción de la Sociedad Española
La sociedad española se encuentra en un punto crítico en relación con la memoria histórica y la reconciliación. La aparición de Sortu y su intento de reescribir la historia a través de acciones simbólicas como la del Valle de los Caídos ha generado un debate intenso sobre cómo se debe abordar el pasado violento de ETA y su legado. Las víctimas del terrorismo y sus familias siguen esperando justicia y reconocimiento, mientras que Sortu intenta presentarse como un actor legítimo en el panorama político.
El desafío radica en encontrar un equilibrio entre la libertad de expresión y la necesidad de recordar y honrar a las víctimas del terrorismo. La sociedad no puede cerrar los ojos ante la realidad de que Sortu, a pesar de su fachada democrática, sigue siendo un recordatorio de la violencia que ha marcado a España. La historia no se puede borrar, y cada intento de hacerlo es una traición a las víctimas y a aquellos que han sufrido las consecuencias de la violencia.
Es fundamental que la sociedad española mantenga un diálogo abierto sobre estos temas, reconociendo la complejidad de la historia y la necesidad de abordar el pasado con honestidad. La memoria histórica no debe ser un campo de batalla político, sino un espacio para la reflexión y la reconciliación. Sortu, como representante de una ideología que ha causado tanto sufrimiento, debe ser objeto de un escrutinio crítico y riguroso, y su papel en la política española debe ser constantemente cuestionado.
En este contexto, es esencial que las instituciones y la sociedad civil se mantengan vigilantes ante cualquier intento de blanquear la historia de la violencia. La memoria de las víctimas debe ser preservada, y cualquier intento de reescribir la narrativa histórica debe ser desafiado. La lucha por la verdad y la justicia no puede ser olvidada, y la sociedad española debe seguir adelante con la firme convicción de que la violencia no tiene cabida en una democracia saludable.